OPINIÓN DE SERGIO VAINMAN.
LA FICCIÓN EN LOS TIEMPOS DEL CÓLERA.
“Cuando se me cierren todas las salidas y la noche no me deje en
paz” dice Carlos Toro en su canción Resistiré. Y efectivamente, en medio de la
larga noche y los fantasmas, acechada por la realidad que oprime, cercada por
las dentelladas de los perros rabiosos del virus invisible, algo resiste y se
convierte en paliativo para los males, en compañía para los solitarios, distracción para los obsesivos, descarga para los angustiados y cable a tierra
para todos los desamparados del mundo que no aguantan ya tanta noticia, ni
tantas cifras fatales. En mitad de esta devastación cargada de ansiedad, se
levanta y extiende su manto bienhechor, la ficción. Nada más convocarlas y las
habrá para cualquier edad, para cualquier nivel, para los intereses más
variados y aleluya porque estén, qué maravilloso poder zambullirse en esos
océanos que nos reflejan y a la vez nos alejan de todo mal.
Cuando ya estamos agotados de escuchar especialistas y legos
hablando siempre sobre lo mismo, cuando ya cumplimos con la obligación social
de informarnos y sólo oímos reiteraciones y comentarios
banales hechos para llenar tiempo, cuando los opinólogos de turno han vertido
su miel o su veneno sobre lo que ocurre y estamos hartos, cansados, exhaustos
de no poder salir de ese séptimo círculo maldito del virus y sus muertes,
entonces recurrimos a ella. De la forma que sea, con el dispositivo que
tengamos a mano, buscamos desesperadamente una ficción que nos cuente una
historia, que nos atrape, que nos sumerja en su universo y nos lleve de la mano tan lejos como sea posible de este
encierro involuntario donde los espectros amenazan.
La pandemia pasará, más tarde o más temprano, como la historia
asegura. Volveremos a nuestra vida habitual, retomaremos las actividades más
allá de la puerta de nuestras casas y otra vez habrá abrazos y besos que no
serán virtuales. Quitaremos de nuestra memoria, porque es bueno para el
espíritu sacarse de encima los malos recuerdos, estos momentos de angustia;
archivaremos los barbijos y el alcohol; respiraremos un aire nuevo libre de
peste; pero no olvidemos, por favor, a la ficción. Defendámosla en los buenos
tiempos que vendrán para que pueda seguir viva y nos acompañe cuando la
precisemos, como en los actuales tiempos amargos de la cuarentena. Porque si no la cuidamos, nadie nos contará una historia maravillosa
donde un príncipe torturado busca vengar a su padre, o dos amantes fugitivos
cierran grietas entre familias enemigas, o un extraterrestre come gatos, o un
profesor de química desesperado por el futuro sale a fabricar drogas. No nos
envolveremos en la vida de Juan Moreira, la de Esculapio y su gallo, ni nos veremos reflejados en una historia
cotidiana de gente muy similar a nosotros, ni tendremos cien días para
enamorarnos. No podremos ver que Camila no murió por amor sino por
intolerancia, ni visitaremos jardines de bronce o espiaremos por la cerradura a
los clanes más oscuros.
Estaremos solos, condenados al espejo, escuchando sólo nuestra
propia voz.
Por eso, para que se mantenga viva y no desaparezca para siempre,
exijamos que la ficción en todo el mundo audiovisual de la Argentina sea
obligatoria, porque ahora mismo, cuando se cierran todas las salidas y la noche
no nos deja en paz, estamos viendo hasta qué punto es necesaria.
SERGIO
VAINMAN
Vicepresidente
de ARGENTORES