BAYER.
Domingo Faustino Sarmiento inmortalizó en un testimonio mural la frase On
ne tue point les idées al pasar por los baños de Zonda, camino al destierro
en Chile. “Las ideas no se matan” tiene, por supuesto, muchas lecturas
posibles, pero una de ellas aplica a la perfección al caso de Osvaldo Bayer y
su monumento destruido por la barbarie. Las ideas que Bayer defendió con el
alma hasta el último día de su vida, sus principios, sus testimonios históricos
y su lucha están vivos en el corazón de cada uno de nosotros, y ninguna
topadora puede romperlos, deformarlos o tirarlos al piso, por más acero, motor
y empeño que pongan los bárbaros en matar.
Y vale aquí también la palabra que Sarmiento usó para referirse a aquellos
que, según él, no respetaban nada ni a nadie: barbarie. No es sino un acto de
vandalismo desembozado lo que acaban de hacer con el monumento a Osvaldo en Río
Gallegos. Una indisimulable muestra de crueldad, ignorancia, mediocridad e
intolerancia que no debería sorprendernos.
Osvaldo fue socio de Argentores desde 1960 hasta su muerte, en 2018, y
estamos orgullosos de su militancia y su compromiso. Su obra Los vengadores
de la Patagonia trágica fue la fuente de La Patagonia Rebelde, una
de las películas más trascendentales del cine argentino, convertida en un
clásico por el público, la crítica y la historia. En esas páginas Bayer
denunció con toda valentía a la verdadera barbarie vestida de guante blanco y
cantando loas a los victimarios, desnudó hasta las entrañas la torpeza de los
poderosos, revivió la verdad de la injusticia y la maldad en tierras frías y
desoladas. No hay topadora ni órdenes emanadas de un gris funcionario que
puedan contra esas palabras. Ya están escritas en la piedra inmortal de la
estepa.
Por más embestidas y destrucción que intenten llevar adelante, hay algunas
columnas que no podrán tirar abajo: la figura de un hombre humilde y enorme a
la vez, el recuerdo de un sabio de entrecasa y doctor honoris causa en siete
universidades, el ejemplo de un sindicalista inclaudicable que soportó
persecuciones y destierro, la permanencia de un faro para generaciones de
jóvenes y viejos que inclinaron su cabeza ante él en señal de respeto.
Rompan íconos, derrumben muros, hagan alarde de poder y pongan por delante
topadoras. Nada servirá. La memoria de los pueblos es su cultura y los hombres
que han contribuido a forjarla ocupan un plano mucho más elevado que la altura
de una ruta o una simple pared. No necesitamos monumentos para honrar y
recordar a Osvaldo Bayer porque, como también dicen los versos del Himno a
Sarmiento, en nuestro pecho hemos levantado un templo y en él sigue viviendo.
Junta Directiva de Argentores.